sábado, 8 de diciembre de 2007

CARTA DE ADVIENTO DE ANTONIO VELASCO

Roma, 1 de diciembre de 2007

Queridos hermanos y hermanas de la Familia Misionera Verbum Dei:
Deseo saludar a todos los miembros de la Familia Misionera Verbum Dei, después de unos meses en los que he tenido el gozo de poder conocer realidades muy diversas de esta Familia de la Iglesia. En efecto, el contacto con la Familia Misionera VD en Portugal, España, México, Camerún, Alemania, Brasil y, por último, estos días en Inglaterra, han abierto ante mí una pluralidad muy grande de expresiones y situaciones vitales. Doy gracias a Dios por el trabajo de cada comunidad y por el deseo de todos de hacer presente el Evangelio en cada cultura.
Cuando en el año 1223 Francisco de Asís celebró el primer Belén viviente de la historia, en Greccio, pequeño pueblo de Italia, deseaba con un ardiente corazón, que la gente sencilla entendiera el misterio del Dios encarnado, la Palabra de Dios que habita entre nosotros. Esa noche santa hablaba con dulzura de Jesús como del Fanciullo di Betlemme (Chiquillo de Belén) y les invitaba a contemplar en el espíritu el milagro del amor de Dios tan cercano a la humanidad. A todos con los que compartió esa noche memorable (pobres, nobles del pueblo, hermanos de comunidad) les quedó la imagen impresa en su corazón y en sus mentes, y esa tradición nos ha llegado hasta hoy. San Francisco había vivido también su adviento y ahora contemplaba existencialmente algo que estaba naciendo en él y en sus hermanos… Adviento y Navidad eran experiencias encarnadas al vivo en su vida y en la vida de su comunidad, y esto mismo se convertía en anuncio ante las gentes de su tiempo.
Quisiera en esta ocasión retomar el motivo del Adviento y de la Navidad. En un mundo, donde habitualmente la Navidad va entremezclada de luces y sombras, la Iglesia nos invita con vehemencia a vivir la Navidad desde su sentido más profundo. Y por ello a preparanos bien. No quiero, sin embargo, referirme solamente a la primera Navidad (el nacimiento de Jesús en Belén evangelios) sino a la navidad que Dios quiere realizar hoy en el corazón de cada persona.
La luz de la Navidad nos evoca, a contraluz, que los tiempos que vivimos son tiempos duros, complicados, alejados de las sendas de Dios; sendas que, por otra parte, nosotros hemos experimentado con toda nitidez en algún momento de nuestra vida. Ante cualquier luz o propuesta que el Espíritu Santo nos suscite es más fácil pensar que el momento no es un tiempo propicio para ponernos en marcha, sino más bien de lograr subsistir sin complicarnos mucho la vida. Se hace entonces necesario pedir a Dios con humildad el milagro de volver a nacer -como un día el mismo Jesús sugirió a Nicodemo (cf. Jn 3, 16)- y seguir los caminos del Dios que se ha hecho hombre.

El primer Adviento
La Navidad va precedida de un tiempo de preparación llamado Adviento (adventus, venida). Este tiempo litúrgico que ahora comienza, es un momento hermoso para poder orar la historia de amor de Dios por la humanidad de una forma aplicada; historia que se actualiza y se repite en nuestra propia vida y en la vida del Verbum Dei. Quisiera retomar algunos retazos del primer Adviento de la historia, por el que la Palabra de Dios puso su morada entre nosotros.
En el primer Adviento María escucha el anuncio del ángel Gabriel, responde con un “Hágase” a Dios y desde entonces su vida está en manos de Dios y ordenada, volcada totalmente a la vida que iba a nacer en ella. ¡Qué profundidad deberían tener los diálogos de María con aquel niño, con aquella vida que estaba en ella! ¡Que entrañable el misterio de vida que se iba tejiendo en su seno y que ella sabía que no era suyo, sino luz para los hombres!
José, por su parte, se fiaba totalmente de un proyecto que iba mucho más allá de su propia comprensión. Era un hombre bueno y justo, y sin embargo, lo que Dios le propone cambia totalmente sus esquemas y le pone en camino, siguiendo en todo momento la voz de Dios. Y esto no una vez, sino durante el resto de su vida. José sigue con fidelidad la voluntad de Dios y acompaña a María y al Niño en una peregrinación que le llevaría a Belén, a Egipto y, una vez establecidos en Nazaret, a acompañar a Jesús quien, a su lado, crecía en sabiduría y gracia delante de Dios y de los hombres. (Cf. Lc 1-2; Mt 1; Jn 1).
El adviento de María y José supuso un tiempo intenso de recordar las promesas de Dios en el Antiguo Testamento, alegrándose en la fe por el modo misterioso y sorprendente con el que Dios estaba dando cumplimiento a sus promesas: el amor de Dios se hacía carne en el seno de una familia pobre e insignificante, en el contexto de un pueblo que sufría. Toda la esperanza de Israel se encarnaba en Jesús, el pequeño niño.
A toda madre y padre de la tierra les gusta preparar el nacimiento de un niño: ropita, cunas, espacios adecuados en la casa, cuidar la salud de la madre…. La preparación de María y José fue, sin embargo, bastante accidentada… Y, con todo, era Dios quien preparaba la cuna adecuada para su amor infinito: el pueblo de Israel primero, a lo largo de una historia llena de contradicciones; la familia de Nazaret después, donde Jesús creció en sabiduría y gracia; la comunidad de discípulos más tarde, que acompañó a Jesús en su vida pública, muerte y resurrección; y, por último, la Iglesia, que nacía de Pentecostés y que se expandiría como germen de una humanidad nueva. Ese tiempo accidentado de preparación era el tiempo de la presencia y revelación de Dios.

El adviento del Verbum Dei
Estas bellísimas páginas de la historia son de alguna manera imagen o icono del camino que está realizando el Verbum Dei: imagen del adviento del Verbum Dei. En las últimas etapas de la historia del VD, y más recientemente en el III Congreso Ordinario de la Fraternidad (enero-febrero 2007), Dios Padre nos ha invitado a ponernos de nuevo en marcha y a abrir nuestros corazones a nuevos caminos. De una manera especial, el Congreso ha supuesto un delicado susurro de Dios invitándonos a consolidar y expandir la realidad de la Familia Misionera Verbum Dei.
Quisiera con esta carta poder hacer participes a todos los miembros de la Familia Misionera Verbum Dei de este Adviento del Verbum Dei lleno de esperanza y de promesas. En efecto, el Adviento es un tiempo especial de reavivar la esperanza, de permitir que el misterio del Dios encarnado renazca en nosotros y renueve nuestra vida. Tiempo de preparar una cuna, de mimar la vida que está gestándose lentamente en nuestro interior, en el seno de una comunidad que camina peregrina en la historia.
Hoy esta historia continúa en la Iglesia actual y se hace presente también en nosotros. El Verbum Dei quiere preparar una cuna comunitaria, la Familia Misionera Verbum Dei, donde muchos hijos suyos puedan nacer a la amistad de Dios y a la vivencia plena de su vocación al amor. Con una frase muy bella y llena de contenido, el P. Jaime Bonet, nuestro fundador, refleja la nueva vida que se va tejiendo en el seguimiento de Jesús:
“El Reino de Dios o vivencia y convivencia de este Amor Trinitario de Dios en nosotros y entre nosotros y el anuncio de este mismo Reino de Dios por todo el mundo con la vida y con la Palabra, constituirán el punto de mira de nuestro personal y comunitario seguimiento de Cristo”[1].
Para que el deseo de Dios, de que su vida y amor llegue al corazón de todos los hombres, pide nuestra colaboración humana, al igual que un día se la pidió a María y a José. Llama a las puertas de los miembros de la Familia Misionera Verbum Dei con el deseo inmenso de que su amor llegue a todas las gentes y se pueda realizar el milagro de la Navidad en muchos corazones (cf. 1Tm 2, 4; 3, 16; Mt 28, 19-20).




Concebirás en el seno y darás a luz un hijo, a quien pondrás por nombre Jesús[2].
Este camino de adviento espiritual coincide con el camino concreto de la preparación al Simposio de la Familia (julio 2009). En este encuentro buscamos que Dios nos ilumine para poder encarnar su proyecto en el VD buscando la configuración adecuada para que todo el Verbum Dei pueda realizar con gozo y plenitud su vocación y misión. Son momentos importantes de gracia que necesitan preparación, trabajo, abrir el corazón y la mente a la propuesta de ponerse en camino; es un momento oportuno para comprender mejor, con serenidad, las promesas del pasado y abrir nuevas perspectivas en los momentos actuales del presente.
El Adviento, aún con toda su especial belleza, es un tiempo que supone, también, el esfuerzo de la preparación y la custodia de la vida que ha de nacer. Nuestro adviento es más largo que el tiempo litúrgico correspondiente (poco más de 24 días). Es un camino lento, en el que la preparación y el nacimiento van de la mano. En el que se entremezcla lo vivido en el pasado, lo que tenemos en el presente, lo que el Señor desea para nosotros en el futuro.
El Adviento, en palabras del cuarto Evangelista, nos recuerda algo muy vital que nos hace vivir con gozo: la Palabra de Dios se ha encarnado (Jn 1, 14) y nos reúne en una misma comunión y misión (cf. 1Jn 1, 1-4). Lo que nos une a todos los miembros de la Familia VD es escuchar la Palabra. Luchamos por ella, queremos anunciarla porque sabemos que es vida; la celebramos juntos porque la vida es preanuncio del “banquete familiar de Navidad” que será la vida eterna. La Palabra de Dios es dinamis (fuerza misteriosa del Espíritu Santo); es beso delicado de Dios Padre para cada hombre y mujer a través de nuestra vida; es estrella que indica el camino y es brújula; es ungüento que alivia; es ánimo que nace desde dentro; es fuerza delicada que mueve y susurro irresistible que hace que nos levantemos y nos pongamos continuamente en marcha…

Mientras ellos estaban allí, se le cumplieron los días del alumbramiento…[3]
La preparación del Simposio conlleva una doble tarea, con dos retos inseparables: una preparación vital y una reflexión sistemática que pueda recoger y formular la experiencia de nuestra historia en los países donde estamos.
El camino vivencial nos sitúa, en primer lugar, ante el reto de recoger la vivencia del VD expandido en más de 30 países y con una historia de 44 años, valorando lo que cada uno está haciendo, y sabiendo compartir y comunicar entre nosotros la riqueza que tenemos.
Es tiempo de explorar con serenidad nuevas vías del Espíritu para la Iglesia: caminos reales de santidad y de espiritualidad; avivar un sentido de familia renovado; adecuar nuestro testimonio a la Palabra que nos mueve y que queremos que se acoja por su credibilidad; tiempo de buscar rutas adecuadas de encarnación del carisma en la Iglesia local y en nuestro mundo, de modo que la Palabra de Dios pueda adquirir toda su fuerza transformadora de la sociedad.
A este intento renovado de encarnar la Palabra de Dios en una comunidad, corresponde, en segundo lugar, un momento especial de reflexión que nos haga más conscientes del significado del don de Dios en el carisma VD. Los lineamienta de preparación al Simposio[4] nos ofrecen unas pautas de reflexión y unas preguntas, cuya respuesta podrán ayudar a plasmar la identidad y misión que queremos presentar a la Iglesia y al mundo. La Comisión para la Familia Misionera Verbum Dei será el canal para recoger todas las iniciativas y aportaciones hasta el Simposio de 2009. A ella podemos enviar nuestras aportaciones personales, de comunidad local, o el fruto de encuentros más amplios.
Dos preguntas recorren este camino de reflexión y consolidación de la Familia: dónde estamos y dónde podemos llegar. Cuál es el camino real recorrido y cuál es el deseo de Dios sobre nosotros. En este tiempo será importante encontrar lo esencial (o los principios del carisma) para poder dar paso a una variedad de formas de plasmación, necesaria en una comunidad internacional como la nuestra que abarca realidades tan diversas. Se hace muy necesario poder ofrecer caminos claros, objetivos graduales, elasticidad a la vez que compromiso, de modo que cada uno esté a gusto y todos puedan ofrecer a Dios lo mejor de sí mismos.
El espíritu de libertad y la amplitud del VD de los inicios, por lo que muchos han sentido la atracción a este carisma, no se contraponen con el esfuerzo de reflexión y consolidación que estamos haciendo. Más bien, el deseo de buscar una estructuración más clara desea salvaguardar esta libertad, y que la amplitud no sea sólo un sentimiento inicial sino una realidad posible y estable en los distintos momentos de la vida y en las situaciones diversas que vivimos. Es necesario, además, saber formular y proponer mejor el don de Dios del carisma. En la Familia Misionera VD hay muchos miembros que tienen especiales talentos artísticos, literarios o informáticos…. Esperamos que todos podamos enriquecernos con esos dones particulares para una mejor plasmación del carisma y comunicación del mismo.
Puede ser, también, un tiempo para que mucha gente que se alejó por las dificultades del camino pueda volver a esta experiencia compartida de fe. Siento que hay muchas personas que gustosamente volverían a la Familia Misionera VD si alguien les lanzase una invitación. ¡Os animo a hacerlo!
Intuyo que este momento es un tiempo muy importante para el Verbum Dei, puesto que, por primera vez en nuestra joven historia, nos disponemos a realizar una reflexión y discernimiento sistemático y a realizarlo juntos: miembros de la Fraternidad y de la Familia. En estos últimos meses se han realizado ya diversos encuentros de la Fraternidad para tratar sobre la Familia (Norte de Europa, España y Portugal, Italia, Venezuela, etc… y otros ya están programados). Otra experiencia de gracia importante han sido los Ejercicios, el pasado agosto en España, para Laicos Consagrados Misioneros. En dichos ejercicios se ha podido tomar más conciencia del significado de una peculiar llamada de Dios y de poder aunar fuerzas para seguir esta llamada. Estas iniciativas, y otras muchas, pueden ir ayudando en este adviento de la Familia VD, y nos llenan de alegría a todos porque el Espíritu Santo no deja de suscitar impulsos frescos. Esperamos poder compartirlas en los nuevos espacios que pronto se abrirán en las páginas web del VD.

De corazón deseo que, esta peregrinación que es el adviento, conduzca a que la Navidad sea un regalo de Dios para todos vosotros y haga de vuestras vidas un regalo vivo: que en lo sencillo, nuestras vidas sean lazo de amor del Dios con cada persona y situación. Ojalá la preparación, los regalos, las comidas, las cenas de Navidad, las postales, las reuniones familiares, el encuentro con personas que hace mucho que no vemos, el pavo, el árbol de Navidad, el Belén… todo pueda estar iluminado de la luz de Jesús que va naciendo en nuestros corazones. De igual modo, deseo que este peculiar adviento del Verbum Dei conduzca a la consolidación y expansión del Verbum Dei como una familia a imagen de la comunión de la Trinidad con un fuerte corazón misionero.
Me despido con las palabras de Pablo a su comunidad de Éfeso, invitándoos a que oremos unos por otros: Doblo mis rodillas ante el Padre, de quien toma nombre toda familia en el cielo y en la tierra, para que os conceda, según la riqueza de su gloria, que seáis fortalecidos por la acción de su Espíritu en el hombre interior, que Cristo habite por la fe en vuestros corazones… (Ef 3,14-21). Os invito, de la misma manera, a que oremos unos por otros, a que oremos juntos por toda la Familia Misionera VD en los cinco continentes, sintiéndola como nuestra verdadera familia

Antonio Velasco Jiménez
Presidente de la FMVD
[1] Estatutos Verbum Dei 48; Cf. Lc 17,21; Mc 16, 15.
[2] Cf. Lc 2, 31.
[3] Cf. Lc 2,6.
[4] Editados en septiembre del 2007, los Linementa son un documento de preparación al Simposio, para reflexionar junto con toda la comunidad sobre nuestra Familia Misionera VD. En ellas se abordan los principales temas que serán tratados en el Simposio.

3 comentarios:

Unknown dijo...

como miembro del Verbum Dei de Colombia os doy un saludo fraterno y les deseo una Feliz Navidad A toda mi familia.
doy gracias a nuestro precidente Antonio Velazco tan profundo saludo de adviento y por toda la sabiduria que el señor a derramado en él, me conmovio hasta las lagrimas los quiero a todos
esperanza orozco m

Unknown dijo...

como miembro del Verbum Dei de Colombia os doy un saludo fraterno y les deseo una Feliz Navidad A toda mi familia.
doy gracias a nuestro precidente Antonio Velazco tan profundo saludo de adviento y por toda la sabiduria que el señor a derramado en él, me conmovio hasta las lagrimas los quiero a todos
esperanza orozco m

Leonor Cecilia dijo...

Hola mi nombre es Leonor Cecilia, me identifico con este carisma precioso del Verbum Dei, pertenezco a la Familia de Pereira en Colombia, que el señor los bendiga a todos en este nuevo año que recien inicamos, y que la Mamita Maria nos ayude a decirle Si a su amado hijo, como lo hizo nuestro Fundador Jaime Bonet, señor cuenta ton mis manos mis pies mis labios, feliz feliz año 2009 en Jesùs , Maria y Jose